Mi cerdito hucha

 Me desperté con la sensación que algo malo estaba a punto de ocurrir. Sin quitar la vista del despertador, me puse los vaqueros y las zapatillas. Un ruido extraño me llevó hasta el comedor y, con cierta rapidez, comprobé lo que estaba ocurriendo; mi hucha cerdito estaba encima de la televisión mirando al suelo y temblando como un flan. Por un momento, pensé que estaba jugando para llamar mi atención, pero la expresión de su cara me advirtió de lo peor: se iba a quitar la vida saltando al vacío.
- Por favor, no lo hagas.- le rogué mientras cerraba la puerta del comedor..
- ¿Por qué no debo saltar? -levantó su cabeza para fijar sus ojos en mi cara.
- Porque te quiero.
No sé por qué lo dije pero, sinceramente, era lo que sentía en ese mismo instante. Empecé a hablar, muy despacio, para intentar acercarme hasta él y cogerle por las patas.
- ¡¡¡Quieto!!! -me ordenó.
- Vale... vale –me detuve- pero no te tires.
- Sabes que no llegamos a final de mes y uno de los dos debe morir. No puedo vivir con esta presión. Te veo sin dormir, hablar solo y eso me mata en vida.-sus palabras iban cargadas de dramatismo. Me habló como una madre a su hijo.
- Tranquilo... no hace falta que hagas nada... estoy muy cerca del éxito y pronto podremos reír, beber cerveza y cantar como los viejos tiempo.-empecé a bailar por el comedor como si fuera un viejo borracho.
- Nunca has sabido mentir -sonrió.
- No saltes, por favor.- Me quedé quieto, estiré los brazos y mis ojos se llenaron de lágrimas.
- Mi misión ya ha terminado y, sobre todo, nací para hacerte feliz.-me guiñó un ojo.
Durante unos segundos nos miramos como dos enamorados mientras su rechoncho cuerpo se tambaleaba encima de la televisión como si estuviera haciendo surf encima de una gran ola.
- Ha sido un placer vivir a tu lado.- fueron sus últimas palabras antes de saltar al vacío.
- ¡¡¡Cerditoooooo!!!.- grité mientras me estiraba como un portero intentando para un penalty.
Su gordito cuerpo pasó entre mis manos y, al unísono, nuestros cuerpos impactaron contra el suelo. Un seco estruendo partió su cuerpo por la mitad, y una pequeña montaña de monedas se formó al lado de su cabeza como si fuera una almohada. Me incorporé, con los codos machacados, cogí su cabeza y la empecé acariciar mientras recordaba el día que lo compré en un chino.
- Amigo mío, algún día nos volveremos a ver.-susurré mientras le cerraba los ojos.
Me acerqué hasta el viejo reproductor de cds, puse el tema “Harry Connick Jr.- City Beneath the Sea” y canté en su oído mientras las lágrimas esquiaban por mi cara.
Take me... take me (Llévame ... llévame)
To the city beneath the sea (a la ciudad debajo del mar)
The river will wrap around me (el río se ajustará a mi alrededor)
And the music will let me be (y la música me dejará ser)

Era nuestra canción.

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