Zarautz

Para entender esta historia basada en hechos reales, por favor, mira el vídeo que he colgado. Así podrás entenderme. Gracias. 
Vídeo
http://www.youtube.com/watch?v=dkD1DqVOB28&feature=youtu.be


Cuando salí de la entrevista de trabajo, estaba eufórico y las calles de Zarautz estaban llenas de gente que caminaban con tranquilidad. Algunas de las paredes, tenían carteles en euskera que, deduje, anunciaban movilizaciones obreras. En ciertas ventanas, habían sábanas pidiendo la liberación de los presos de Euskadi Ta Askatasuna .Como además hacía sol, me puse mis gafas negras.
Así pues, decidí celebrar mi entusiasmo con un té. Me llamó la atención un cartel que, pegado en el cristal de un bar, anunciaba una velada de boxeo. Era la pelea que iba a disputar, a mediados de marzo, mi compañero, el gran Cheito. Saqué mi móvil, le hice una foto, se la mandé a mi compañero y a mi profesor de boxeo. Entré en el bar mientras me guardaba el móvil en el bolsillo interior de la chaqueta. En una de las estanterías, habían dos bufandas de fútbol: Real Sociedad y el Athletic de Bilbao. A lo largo del bar había varias mesas y sillas de madera. La televisión emitía un magazine matutino, el sonido estaba quitado y nadie la estaba mirando. En una de las sillas, había un señor que, cubierta la cabeza con una txapela, charlaba desde la distancia con el camarero.
—Buenos días ¿Me pones un té? -interrumpí la charla.
—Por supuesto.-me contestó mientras me daba la espalda para poner en marcha la cafetera.
Mientras el agua caliente era expulsada por el chorro, entró un nuevo cliente. El camarero, sin mediar ninguna palabra, abrió la nevera, sacó una botella de vino blanco y le sirvió una gran copa. El nuevo cliente era una persona de mediana edad, abrigado con una chupa de cuero y barba de varios días. No sé si era la iluminación del local pero su mirada era apagada.
—Aquí tienes.- el camarero interrumpió mi examen al nuevo cliente.
Unos días atrás, me había bajado una aplicación para móvil: walkie de la policía. Es decir, cada vez que alguien me mandara un whatapps, el sonido de la poli me avisaría del mensaje. Nada más dar el primer sorbo, me entró el primer whataspp. No había bajado la taza del té, cuando me entraron el segundo y tercer mensaje. Fue en el cuarto“pirring” que emitió mi móvil, cuando el camarero giró la cabeza hacía mí. El camarero era un chaval con bastante claros en la cabeza que, sin ofender, luchaba por tener melena. Debajo del labio inferior, le colgaba una pequeña perilla y su oreja derecha estaba decorada con un par de pendientes. Mientras me observaba, yo bebía pequeños sorbos con la cabeza medio agachada. Fue en el quinto whataspp cuando levanté la cabeza y miré a mi alrededor. El señor de la Txapela había estirado las piernas como si hubiera venido de hacer el camino de Santiago. El cliente de la copa del vino, seguía con la mirada perdida: la mirada de los mil metros. Me quité las gafas con bastante calma, no quería que el camarero intuyera que le estaba diciendo “si nos vamos a dar de hostias, vamos hacerlo rápido porque me tengo que ir a Valencia”. Mientras tanto, claro está, el camarero me observaba. Su mirada me estaba diciendo que el sonido de la policía no había podido salir del tío de la txapela porque era un familiar. Menos aún, del borracho que estaba en la esquina mirando a las musarañas. En pocas palabras, que sólo quedábamos él y yo.
—¿Me dices que te debo? .-rompí su mirada desafiante.
Uno treinta.-me contestó.
—Aquí tienes, muchas gracias.-dejé el dinero exacto.
—me replicó.
—contesté mientras me fijaba en el señor de la mirada de los mil metros.
Ya en la calle, más tranquilo, miré el móvil y comprobé que eran siete whataspp de mi profesor de boxeo preguntando por el cartel del bar. Suspiré y mentalmente me cagué en el whataspp. 

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