¡¡¡Alto!!! Guardia civil

 Ya estoy en casa y, no hace mucho, al entrar en la comunidad valenciana, dos guardias civiles que ocultaban su rostro detrás de unas gafas negras, me dieron el alto en un control de carretera. 
- Por favor ¿Me da su carnet de conducir? .- me dijo uno de ellos mientras el otro, en una hábil maniobra, se puso al lado de la ventanilla del copiloto.
Sin dudarlo, le entregué el carnet y, como si fuera un mago a punto de hacer un truco, el guardia se lo escondió entre los dedos.
- Ahora, baje del coche y abra el maletero.
- ¿Debo ponerme el chaleco? .-pregunté por si era una prueba trampa.
El guardia me negó con la cabeza y los dos me siguieron hasta el maletero. Al abrir la puerta, me sorprendió al ver una de las bolsa que, como si estuvieran copulando, estaba encima de la otra.
- ¿De viaje? .-preguntó el guardia que me había parado.
- Sí... vengo de Madrid.- Contesté mientras pensaba que coño buscaban.
- ¿De dónde? -me preguntó el que había estado muy callado.
- Pues la verdad... de trabajar.-contesté mirando la maleta.
- ¿Dónde trabajas? -me volvió a preguntar el que me había hecho el stop mientras palpaba la maleta que estaba fornicando mi bolsa verde.
- Trabajo en la Warner.-solté con timidez.
- ¿En la Warner? ¿De qué?.-me dijo el guardia más callado pero que empezaba a animarse en el cacheo.
- Soy actor.- dije con mucha duda.
No sé por que dije que era actor porque no me considero ni actor ni escritor ni tauro. Estaba claro que no le iba a decir que era Piolin; no me apetecía acabar en el cuartelillo.
- Vaya... y ¿Cómo va la cosa?.- preguntó el callado mientras su compañero se había ido al coche a ver si estaba en busca en captura o todo en regla.
Durante un rato, le hablé cómo es la Warner y cuando estaba a punto de explicarle cómo se portan los niños, detecté que su acento me era muy familiar.
- ¿Es usted de Canarias?.- pregunté mirándole a las gafas negras.
- Sí... de Las Palmas de Gran Canarias.
- Vaya... yo he vivido allí.
- ¡Vaya! ¿Dónde?.- me preguntó como si fuéramos primos.
- En el barrio de Schamann.
- No me digas... mi hermano vive allí.
A los pocos segundos, el otro guardia nos cortó la conversación, me entregó el carnet y me dejó marchar. Arranqué el coche y los dos me saludaron como si fuera un general. Metí quinta y miré por el retrovisor cómo el canario paraba una furgoneta de color blanca bastante destartalada.

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