Cineestudio Griffith
Ordenando un armario de mi cuarto me he encontrado carteles del Estudio Griffith.
El estudio Griffith era un cine madrileño cerca de mi barrio que, los fines de semana, proyectaban doble sesión de cine. En esa época, el espectador podía fumar o comerse un bocata mientras disfrutaba de la película.
Recuerdo una vez que, en una doble sesión de películas de Bruce Lee, un amigo amparado por la oscuridad abrió un bocadillo de mejillones que le había elaborado su madre. A los pocos segundos, mientras Bruce Lee mataba a miles de chinos, el olor a mejillones invadió el cine y todos los admiradores del rey del Karate (macarras de pantalón pitillo, marcando paquete y camisas sin manga) nos echaron a la calle entre gritos e insultos al pobre bocadillo de mejillones.
El estudio Griffith era un cine madrileño cerca de mi barrio que, los fines de semana, proyectaban doble sesión de cine. En esa época, el espectador podía fumar o comerse un bocata mientras disfrutaba de la película.
Recuerdo una vez que, en una doble sesión de películas de Bruce Lee, un amigo amparado por la oscuridad abrió un bocadillo de mejillones que le había elaborado su madre. A los pocos segundos, mientras Bruce Lee mataba a miles de chinos, el olor a mejillones invadió el cine y todos los admiradores del rey del Karate (macarras de pantalón pitillo, marcando paquete y camisas sin manga) nos echaron a la calle entre gritos e insultos al pobre bocadillo de mejillones.
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