La cena
Ayer fui a cenar (no diré nombre para no ofender) a un restaurante y, sobre todo, celebrar el cumpleaños de Vicky. A mí personalmente, en estos momentos de crisis, me cuesta salir a tomar algo fuera de casa. En ocasiones, me lleno de valor
y salgo a la calle como si fuera el último día de mi vida. Cuando estuve trabajando para la SGAE en Benidorm, todos los dueños de los restaurantes que visite, cuando digo todos son todos, se quejaban en voz alta de la crisis, de los golfos de este país y, en especialmente, de la SGAE. Después de cenar en el restaurante de ayer donde la comida estaba quemada, el queso era de mala calidad y el trato fue nulo, sólo puede decir que en algunos restaurantes es el propio dueño el que se carga su negocio. Por estar en crisis no se puede atender mal. Puedo entender que se puede bajar la calidad pero no la cantidad y, lo que no puedo perdonar, el escaso trato con el cliente. El momento que más me duele es coger la cuenta y, tengo el defecto pasarlo a pesetas, comprobar que la cena me ha costado cincuenta euros. Entonces, pienso en la comida, el trato y me digo "joder, ocho mil ptas por ver la cara de a este menda y esta comida". Sé lo duro que es poner un negocio y pienso que en algún momento de nuestras vidas deberíamos ser empresarios para entender lo mucho que cuesta poner en marcha un negocio. Con esto no quiero decir (conozco muchos restaurantes) donde el dueño ama su trabajo, es creativo y le encanta el contacto con su público. Aplaudo a todo empresario que muere por su empresa, protege al trabajador (este es otro apartado que hay mucho llorón en este país y debería estar en la calle comiendo pan con las palomas) y lucha día a día.
Para terminar diré que he pasado una noche de eructos con queso y flatulencias siderales...pa vernos matao.
Para terminar diré que he pasado una noche de eructos con queso y flatulencias siderales...pa vernos matao.
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