En el IVAM de Valencia
“¡Disneylandia sí que es auténtica! ¡El cine, la tele, eso sí que es real! Las freeways, las safeways, las skylines, la velocidad, los desiertos, eso, eso es América, y no los museos, las iglesias, la cultura... Sintamos por este país la admiración que merece y volvamos la mirada hacia la ridiculez de nuestras costumbres. Ahí radica la ganancia y el atractivo de los viajes. Para ver y sentir América, es preciso haber sentido por lo menos un instante la jungla de un downtown, el Painted Desert o la curva de una freeway, que en Europa había desaparecido. Es necesario haberse preguntado, al menos un instante: ¿Cómo se puede ser europeo?”. Jean Baudrillard, América (1986).
Desde su conversión en potencia hegemónica indiscutible a partir de
la Segunda Guerra Mundial, el modelo de vida y la producción cultural de
los Estados Unidos han sido objeto intermitente tanto de una gran
fascinación como de un profundo rechazo entre los diferentes estratos de
la intelectualidad occidental.
A finales del siglo XIX y, en buena medida, por la difusión realizada por las nuevas revistas ilustradas, los europeos recibieron con gran expectación la transformación experimentada por las ciudades de Chicago y Nueva York gracias a su moderna planificación urbana, pero sobretodo a la construcción de sus colosales rascacielos de acero y a sus extraordinarias obras de ingeniería. Estas nuevas metrópolis, y más en concreto, sus aglomeraciones humanas, puentes y rascacielos, fueron el primer eslabón en la construcción de una auténtica y novedosa iconografía cuyo componente heroico y utópico iba a fertilizar las reflexiones de una buena parte de la vanguardia artística europea durante todo el siglo XX. Escritores, periodistas, arquitectos y artistas de todos los tiempos y rincones de Europa (como Mayakovski, Adolf Loos, Francis Picabia, Richard Neutra, Mario Bucovich o Robert Frank, por citar unos pocos) emprendieron sus respectivos viajes iniciáticos a los Estados Unidos en busca de su particular confrontación con el mito.
Durante el periodo de entreguerras el magazín o semanario ilustrado experimentó un auge espectacular en Alemania, la URSS, Francia y los Estados Unidos. Junto con la radio y la prensa diaria, estos semanarios se convirtieron en uno de los medios principales de divulgación de noticias, reportajes temáticos y, no menos importante, inserción publicitaria destinada a las clases medias. A través de estos magazines (en los que a menudo participaron grandes fotógrafos y artistas de las vanguardias) circularon entre los europeos los grandes inventos que dieron progresivamente forma al sueño americano y su estética de la abundancia: sus cadenas de montaje, sus monumentales edificios, sus automóviles Ford, sus tractores y segadoras, sus apartamentos luminosos y aireados, sus electrodomésticos. Incluso la misma noción de confort.
La revista americana Life, el magazín más leído e influyente del mundo, se convertiría –junto con las películas de Hollywood– en una de las mejores cartas de presentación de la utopía americana hasta la popularización de la televisión a finales de los años cincuenta del siglo XX.
Al final de esta década surge en Inglaterra una nueva generación de artistas y arquitectos aglutinados en torno a The Independent Group (asociación en la que ocuparía un lugar destacado Richard Hamilton) que reaccionaría contra la elitista cultura académica de su país reivindicando la innovación, la estética y los logros de la cultura popular norteamericana armonizando grandes dosis de admiración, pero también de refinada ironía. Quedaban establecidas así las bases del Arte Pop y su compleja relación con el mito.
La controversia en torno al modelo de vida americano fue un fenómeno que transcurrió en paralelo al propio proceso de construcción de su poderosa iconografía, y tuvo lugar a ambos lados del Atlántico. A principios del siglo XX, Lewis Hine denunció con sus trabajos fotográficos el extendido uso del trabajo infantil en las factorías americanas. El escritor Upton Sinclair se convirtió en una de las voces más críticas del sistema capitalista americano a través de sus novelas y escritos. Walker Evans retrataría la desolación y la miseria producida en su país por el crack bursátil de 1929. Y el cine negro americano fue el contrapunto áspero de la visión resplandeciente difundida por el star system hollywoodiense.
En Europa los principales grupos de repulsa al mito americano provenían de las filas artísticas e intelectuales afines a la izquierda revolucionaria. En 1925, el poeta futurista Vladimir Mayakovski viajó a los Estados Unidos y relató en su libro América su mezcla de admiración, pero también su profunda repulsa hacia las diferencias sociales de ese país. En los años treinta, el artista John Heartfield (que diseñaría varias de las cubiertas de los libros de Upton Sinclair) mostraría con sus fotomontajes una visión grotesca y degradante del modelo de vida americano. Muy influenciado por la obra de este artista alemán, el valenciano Josep Renau realizaría con su serie de fotomontajes The American way of life uno de los esfuerzos artísticos más comprometidos con la deconstrucción sistemática del sueño americano.
A finales del siglo XIX y, en buena medida, por la difusión realizada por las nuevas revistas ilustradas, los europeos recibieron con gran expectación la transformación experimentada por las ciudades de Chicago y Nueva York gracias a su moderna planificación urbana, pero sobretodo a la construcción de sus colosales rascacielos de acero y a sus extraordinarias obras de ingeniería. Estas nuevas metrópolis, y más en concreto, sus aglomeraciones humanas, puentes y rascacielos, fueron el primer eslabón en la construcción de una auténtica y novedosa iconografía cuyo componente heroico y utópico iba a fertilizar las reflexiones de una buena parte de la vanguardia artística europea durante todo el siglo XX. Escritores, periodistas, arquitectos y artistas de todos los tiempos y rincones de Europa (como Mayakovski, Adolf Loos, Francis Picabia, Richard Neutra, Mario Bucovich o Robert Frank, por citar unos pocos) emprendieron sus respectivos viajes iniciáticos a los Estados Unidos en busca de su particular confrontación con el mito.
Durante el periodo de entreguerras el magazín o semanario ilustrado experimentó un auge espectacular en Alemania, la URSS, Francia y los Estados Unidos. Junto con la radio y la prensa diaria, estos semanarios se convirtieron en uno de los medios principales de divulgación de noticias, reportajes temáticos y, no menos importante, inserción publicitaria destinada a las clases medias. A través de estos magazines (en los que a menudo participaron grandes fotógrafos y artistas de las vanguardias) circularon entre los europeos los grandes inventos que dieron progresivamente forma al sueño americano y su estética de la abundancia: sus cadenas de montaje, sus monumentales edificios, sus automóviles Ford, sus tractores y segadoras, sus apartamentos luminosos y aireados, sus electrodomésticos. Incluso la misma noción de confort.
La revista americana Life, el magazín más leído e influyente del mundo, se convertiría –junto con las películas de Hollywood– en una de las mejores cartas de presentación de la utopía americana hasta la popularización de la televisión a finales de los años cincuenta del siglo XX.
Al final de esta década surge en Inglaterra una nueva generación de artistas y arquitectos aglutinados en torno a The Independent Group (asociación en la que ocuparía un lugar destacado Richard Hamilton) que reaccionaría contra la elitista cultura académica de su país reivindicando la innovación, la estética y los logros de la cultura popular norteamericana armonizando grandes dosis de admiración, pero también de refinada ironía. Quedaban establecidas así las bases del Arte Pop y su compleja relación con el mito.
La controversia en torno al modelo de vida americano fue un fenómeno que transcurrió en paralelo al propio proceso de construcción de su poderosa iconografía, y tuvo lugar a ambos lados del Atlántico. A principios del siglo XX, Lewis Hine denunció con sus trabajos fotográficos el extendido uso del trabajo infantil en las factorías americanas. El escritor Upton Sinclair se convirtió en una de las voces más críticas del sistema capitalista americano a través de sus novelas y escritos. Walker Evans retrataría la desolación y la miseria producida en su país por el crack bursátil de 1929. Y el cine negro americano fue el contrapunto áspero de la visión resplandeciente difundida por el star system hollywoodiense.
En Europa los principales grupos de repulsa al mito americano provenían de las filas artísticas e intelectuales afines a la izquierda revolucionaria. En 1925, el poeta futurista Vladimir Mayakovski viajó a los Estados Unidos y relató en su libro América su mezcla de admiración, pero también su profunda repulsa hacia las diferencias sociales de ese país. En los años treinta, el artista John Heartfield (que diseñaría varias de las cubiertas de los libros de Upton Sinclair) mostraría con sus fotomontajes una visión grotesca y degradante del modelo de vida americano. Muy influenciado por la obra de este artista alemán, el valenciano Josep Renau realizaría con su serie de fotomontajes The American way of life uno de los esfuerzos artísticos más comprometidos con la deconstrucción sistemática del sueño americano.
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