Esta noticia me recuerda a una parte de mi libro:

Nos fuimos al parque del Oeste a buscar un banco. Los bancos eran de madera de color verde claro. Estaban forjados con pesado metal y decorados con el escudo de Madrid.
Semejante muerto, nos daría el suficiente dinero para ponernos ciegos de Donuts de chocolate. Esperamos un rato a que los novios se dejaran de besar y a que los abuelos acabaran de dar de comer a todo bicho viviente. Nos lanzamos sobre uno vacío y nos lo llevamos cuesta arriba y cuesta abajo hasta la puerta del local. Cuando pusimos el banco encima de la báscula, vimos como salía el chatarrero del cutre cuarto de baño. Era un habitáculo sombrío, decorado con un póster de una tía desnuda y con un puñado de papel de periódico que hacía de papel higiénico colgado de un alambre.
El local estaba divido en dos plantas que se divisaban desde la calle. Abajo estaban las balanzas y la pesa mayor, una mesa que hacía de caja registradora y miles de montañas de periódicos. Cuando los trastos le invadían la primera planta, subía con una cuerda la mayor parte de la mercancía a la parte superior.
El chatarrero nos miró atónito rascándose el culo y dijo:
—Pero… ¿estáis chalados? ¿Cómo voy a comprar algo del ayuntamiento?
—Si es chatarra —dijo Alberto.
—¡Sacadlo ahora mismo de aquí! ¿Queréis que venga la policía?
— Tranquilo, la policía no va a decir nada —dijo Michel.
—¡Pero hombre! Que no nos ha visto nadie —dije.
—¡Venga! Mire qué metal más bueno —continuó Claudio al tiempo que acariciaba el banco.
—¡Sacad eso ahora mismo de mi local!
—¡Está bien! Deme un hacha y lo parto de dos golpes. Y usted se queda con el metal. ¿Qué le parece? —preguntó Alberto.
—¿Que qué me parece? Me parece que vais a sacar ese puto banco de mi local antes de que llame a la poli.
—¡Por Dios! ¿Sabe usted lo que pesa? —rogué.
—¡Me importa una mierda que pese una tonelada! Ya me estáis tocando los huevos.
Nos dio unos minutos para que nos fuéramos de su local con el banco a la puta calle, y de solo pensar que debíamos atravesar medio barrio con el banco verde, nos entró el pánico. Volvimos a la carga para que nos dejara el hacha y en un santiamén desmontárselo. En ese mismo segundo, se le inflaron las pelotas y cogió el teléfono para hacer amago de llamar a la policía, motivo suficiente para que perdiéramos el culo con el maldito banco. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús

Comentarios

Entradas populares