Hoy es mi cumpleaños

 Hoy es mi cumpleaños y haré un pequeño repaso de mis 49 años con algunas fotos y comentarios de mi libro:
La casa estaba decorada con muebles que mi madre había heredado de sus padres. Los muebles, que con el tiempo me pondrían la zancadilla al pasar por su lado, daban un toque señorial. Sillas isabelinas, junto a mesas auxiliares ovaladas de madera sobre mármol, invadían el salón. En el comedor había una gran mesa maciza de centro sobre patas rematadas por unas garras. La lámpara de brazos curvos tenía miles de luces que dejaban caer centenares de gotas de cristal para alegrarte la vista. Había un reloj de sobremesa en caja de ébano con esfera de números romanos que robaba con su música parte de los sueños. A cada hora en punto, su sonido débil recordaba al famoso Big Ben. Espejos ovalados de madera tallada con bordes dorados multiplicaban tu imagen por dos. Los sofás en terciopelo con respaldo curvo te abrazaban al sentarte encima de ellos. Óleos y acuarelas engalanaban las blancas paredes de la casa. Mundos escondidos en los diversos tomos y libros que reposaban en las altas estanterías te saludaban desde las alturas. Porcelanas y estatuas de bronce se mezclaban entre los muebles. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 Aquí estoy con mi hermano Pablo y mi gorra sudista en Torrevieja.


En la cena, nos sentamos como siempre delante de la televisión. Esa noche estábamos solos Pedro y yo con mi padre. Mi hermano se sentó a su izquierda y yo a su derecha. Mi sitio era el peor porque coincidía con la mano que no estaba mutilada, de tal forma que si había bronca, recibía siempre las bofetadas con sus cinco dedos. Esa noche ponían un documental que explicaba el nacimiento de uno de los tantos ríos que bañan la Península Ibérica. A mi padre le encantaba ejercer de escuela viviente y para él cualquier momento era idóneo para preguntar sobre los conocimientos culturales obtenidos en el cole.
Cuando empezaron los primeros acordes de la serie interpretados por una guitarra española que daban paso a una voz en off que decía: "Hoy, el Miño", mi padre levantó la cabeza y preguntó: "¿Dónde está el Miño?".
La pregunta salió de su boca como una bola de fuego que calentaba el ambiente. Pasaron los segundos y la pregunta se quedó en el aire. No hubo respuesta por nuestra parte.
—He preguntado que dónde está el Miño —dijo girando la cabeza hacia mí como la niña del exorcista.
Hice un gesto indicándole que tenía la boca llena y que no podía hablar. Yo estaría encantado de contestarle, pero corría el riesgo de ahogarme, así que moví la cabeza hacia mi hermano. Mientras yo le hacía la mímica a mi padre, Pedro aprovechaba y se llenaba la boca para los próximos dos meses.
—¿Dónde está el Miño? —dijo. Tiró la servilleta encima de la mesa.
En ese momento la mirada de mi hermano y la mía mantuvieron una pequeña y rápida charla.
—¿Tú sabes dónde está el Miño? —preguntaron mis ojos a mi hermano.
—¡No me acuerdo! —contestaron los ojos de mi hermano.
—¡Joder! ¿Y si decimos una provincia a boleo? ¿A lo mejor la cagamos?
—dijeron mis ojos muy abiertos.
—¿Cuál? —preguntaron los ojos de mi hermano totalmente blancos.
—No sé… ¿Qué te parece Castilla la Vieja? —dijo un ojo mío.
—¿Suena bien? ¿Estás seguro? —preguntaron los ojos semicerrados de mi hermano Pedro.
—No sé —dijo mi ojo derecho—. Cualquiera sabe. ¡A mí me suena genial!
—¡Tío! —dijo el ojo izquierdo de Pedro—. ¿Estás gilipollas? ¿Y si decimos Castilla la Nueva?
—No sé —dijeron mis ojos con lágrimas de risa—. Papá está nervioso y creo que debemos decir algo.
Me aventuré a decir una provincia que ni por asomo estaba cerca del Miño. Mi padre nos castigó a estudiar en el atlas los ríos de España, Europa y parte de Asia. Harto de estudiar, tomé una decisión de legionarios: yo daría primero la lección.
—¿Ya quieres dar la lección a papá? (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 En el puerto de Torrevieja. 

Torrevieja era un pueblo tranquilo en la década de los 70. Sus playas conservaban un toque salvaje y sus arenas salían hasta la carretera para atrapar a los coches que paraban a descansar. En más de una ocasión, tuvimos que rescatarlos. Año tras año, la playa veía cómo en nuestra pandilla se intercambiaban las parejas. Un año salías con Mabel y al otro con su prima María. Si el verano era bueno, también te daba tiempo a salir con Vicky. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 Salto de mi infancia a mi juventud.

Entró el punk en mi vida como un chute de caballo en un yonki. Por fin había encontrado un movimiento divertido y provocador que me hiciera sentir identificado con sus doctrinas y su música. Culpo al punk de que mi credo fueran The Sex Pistols y The Clash. Empecé a vestir de negro con los pelos de punta y con chapas de mis dioses musicales prendidas en la solapa de mi chaqueta. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 Corrían los años 80 en Madrid con cambios políticos, sociales y musicales en nuestras vidas. En Inglaterra la nueva ola hacía furor en la radio con artistas como Elvis Costello, The Police, The Jam y Joe Jackson. En nuestro país empezaban asacar la cabeza gente como Kaka de Luxe, Nacha Pop y un sinfín de grupos con muy buenas ideas. Yo entonces daba los últimos coletazos en el colegio España en tercero de BUP. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús

Nuestro santuario era la discoteca Rock-Ola, local de moda donde iban a actuar todos los grupos del momento, donde el baile del pogo se hacía sin miedo, y donde el portero tan pronto te sacaba a hostias a la puta calle, como se convertía en tu colega del alma. Los baños eran testigo de la mayoría de las cosas interesantes que hacíamos por la noche. Llenos de mierda, eran el escenario de continuas entradas y salidas de gente que se metía rayas e intercambiaba anfetaminas. Servían de suite para follarte a la chica de turno que, tan puesta como tú, te hacía olvidar el hedor de las cloacas.
En las actuaciones no había respeto por nadie. Uno de los grupos que sufrió nuestro vandalismo fueron Alaska y los Pegamoides a quienes jodimos el concierto en cinco ocasiones moviéndoles el pie del micro de un lado al otro del escenario. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús





En Getafe.

Nos enseñaron lo que era un arma, amar a la bandera, desfilar y la palabra ar. Este monosílabo formaba una palabra mágica, con ella se podía andar, girar, retroceder y detener a ciento cincuenta soldados de una vez. Era un tampax para hombres, se podía hacer de todo con ella. El primer día que quisieron enseñarnos su significado, nos sacaron a las afueras del cuartel a una titánica explanada de tierra. Estábamos, a pleno sol, tres pelotones de soldados perfectamente colocados que dibujábamos una gran L en la explanada. En medio de la explanada había un mando, el cabo primero Ojeda, que se dirigió a la primera formación, y con un rotundo ar puso en marcha la maquinaria militar de los primeros cincuenta soldados. Sus botas empezaron a marcar tacón sobre el amarillento terreno. Llevábamos unos metros de marcha, cuando la milagrosa palabra puso en movimiento al segundo pelotón. Doscientas botas mordían el polvo seco y estaban dispuestas a todo, incluso a dar la vida. La tierra vibraba bajo los tacones de los jóvenes militares y casi de inmediato, pronunció de nuevo la palabra ar, ya familiar para nuestros oídos, y se puso en marcha el último pelotón del tercer batallón. Yo estaba en la última fila por bajito, en la tercera hilera en la esquina. El cabo primero en medio de la explanada con su veteranía y con la voz de ar, dominaba las tres columnas como un prestidigitador. Comenzó a darnos vueltas en círculo a su alrededor.
—¡Primer batallón, derecha ar! ¡Segundo batallón, izquierda ar!
Cada vez íbamos más rápido, distanciándonos unos pelotones de otros. El cabo primero se vio sorprendido por el desparramo del desfile. El primer batallón había tomado dirección hacia la barrera del cuartel y se iba a estrellar contra el metal. Rápidamente le mandó dar media vuelta. Mientras, el segundo batallón se dirigía hacia el campo. En una gran maniobra del cabo primero, les mandó dar media vuelta con voz profunda, instante en el que la primera columna de soldados pasaba por su espalda en dirección a una torre de luz.
—¡Primer batallón, derecha ar! ¡Primer batallón, derecha ar! ¡Segundo batallón, izquierda ar! Izquierda, izquierda, derecha… Marquen… —gritaba el mando para enderezar el rumbo de las dos columnas de soldados.
Tan empeñado estaba en enderezar a las dos formaciones, que de la tercera se había olvidado por completo. Desfilábamos por la carretera en dirección al pueblo de Getafe. Al principio nos asustamos por si nos atropellaba un camión, pero en vista de que ya no oíamos al cabo primero, comenzamos a sospechar que si seguíamos sin un mando, no pararíamos nunca de desfilar.
En un ataque de pánico, me imaginé que continuaríamos la marcha marcando tacón por media España como si fuéramos un espectáculo de circo. Sobreviviríamos de la generosidad de los habitantes de las diferentes poblaciones que cruzáramos en nuestra marcha militar.
—Mira, Pepe, lo que viene hoy en la prensa —leería una joven de un pueblo cuyo nombre no me acuerdo—: "El tercer pelotón de Getafe pasa hoy por Zamora (...). Lleva más de mil kilómetros de desfile y sobrevive de los bichos que encuentra en el aire". ¿No te parece emocionante?
Al estar en la última fila, me atreví a girar la cabeza hacia atrás para saber dónde coño estábamos y qué carajo hacía el cabo primero. En el mismo instante en el que me giré, vi al mando desesperado que tiraba la gorra al suelo.
—Pero ¿dónde vais mamones? ¡Volved ahora mismo! —gritó el cabo primero a una distancia de casi un kilómetro.
Empezó a gritar que volviéramos en seguida. Mientras, pasamos la voz de que hasta que no dijera ar, no le obedeceríamos. Finalmente dio la orden esperada y, al dar la media vuelta, pasé a ser yo el primero de la fila. Ahora podía ver mucho más claro la verdadera situación de caos que había montado el mando. La primera columna se encontraba a más de un kilómetro del centro de la explanada. La segunda estaba paralizada en el medio, siendo devorada por los mosquitos. Y nosotros avanzábamos como una locomotora hacia el cabo primero. Por ese día ya habíamos aprendido bastante, así que mandó romper filas. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 Aquí estoy en Argüelles. Fui el mejor batería punk del momento (es mentira, era mlo de cojones)

Bajamos por una de las escaleras impregnadas de alcohol en busca de cerveza fría. De repente, nos hundimos en una penumbra absoluta. Esa oscuridad era producto de siete chupas de cuero que nos rodeaban en círculo. Sus tupés eran puntiagudos y afilados. Varias sesiones de peinado y muchas horas de paciencia había en esas cabelleras. Sus posturas y la forma de fumar, nos advirtieron que la noche se complicaba. El líder de la banda apagó su cigarro con la punta de la bota y escupió el humo en nuestra cara.
—Os propongo una cosa —dijo mirando a sus colegas.
—¿Qué? —dijimos.
—Si cantáis una canción de rock & roll, os dejamos ir en paz.
—Si no sabemos ninguna —murmuró Íñigo.
—Pues pensad un poco —rió el líder de la banda—. Y tú —dijo a Claudio—. ¿Qué coño eres?
—Nada —suspiró Claudio.
—Pues quítate esa puta chapa y vete a tomar por el culo. Y vosotros tres, ya estáis empezando a cantar.
—No me sé ninguna —le dije mientras veía a Claudio marcharse.
—Bueno, os echaré un cable. Cantad el Tutti frutti.
Con la boca seca, nos quedamos petrificados. Sabíamos que en pocos segundos podían cosernos a navajazos. Nos dieron cuatro empujones e Íñigo y Michel se pusieron a cantar automáticamente...
Wop bop a looma boom bam boom tutti frutti
au rutti tutti frutti au rutti tutti frutti
au rutti tutti frutti au rutti tutti frutti
au rutti wop bop a loom bop a boom bam boom
Yo me negué a semejante humillación en plena calle. Apelé a no sé qué ideas del punk y dije que antes prefería estar muerto que cantar una canción de un rocker. No había terminado de soltar tal estupidez, cuando noté un golpe en el labio inferior que produjo una raja con un reguero de sangre. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 Busqué con la mirada a alguien que me hiciera caso. Se me acercó una persona que se presentó como el Tigre, el entrenador de Poli Díaz. 
—Eres demasiado guapo para que te desfiguren la cara y encima estás muy lejos de estar en forma —dijo mientras leía el informe del médico.
Esas palabras no me desanimaron y me fui hacia el vestuario. De camino, pasé cerca del reconocido boxeador Alfredo Evangelista, daba tales puñetazos a un saco que los cristales del gimnasio vibraban. En el ring, estaba el Potro de Vallecas repartiendo bofetones de dos en dos a un sparring. Entré en el vestuario y me encontré a un negro en pelotas que se preparaba para subir al cuadrilátero.
—¿Es tu primer día? —dijo con acento africano.
—Sí —dije sin mirarle.
—No pasa nada —dijo antes de salir por la puerta. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 Mi querido Rudolf con una vecina de Argüelles.

Corrimos y allí estaba mi schnauzer gigante en medio de la calle Princesa agonizando. Lo llevamos a casa y murió a las pocas horas. Lloré sin disimulo. Por la noche pedí a la pandilla que me ayudara a enterrar al perro. Enrollamos al animal en una manta y lo bajamos por la escalera de mi casa. La columna vertebral se notaba a través de la manta y por las dimensiones de Lou, la gente pensaba que llevábamos un cadáver humano. La cola del cine Urquijo, que esperaba religiosamente su turno para entrar a ver la película, llegaba hasta mi portal y al vernos empezaron a cuchichear sin dejar de señalarnos.
—¡Joder!, yo creía que pesaría más —los cien kilos de Jackie movieron el bulto con la espalda como si fuera una pelota.
—¡Coño! —exclamó Félix—. ¡Mira que morir un domingo! Ya podía haber muerto un lunes. Debería estar prohibido morirse un domingo.
—¿Y si lo partimos por la mitad? —preguntó el Rubio mientras jugaba con la pala—. Así el agujero no tendrá que ser tan grande.
—Sabes que si nos pilla la poli —advirtió Íñigo—, nos mete un puro de la hostia por enterrarlo en el parque.
—Lo que me faltaba —Michel golpeó el bulto— ver a mi viejo mientras lo enterramos. Nos pega un tiro.
—Pues a mí que no me joda, que yo voy cargado —Javier, el Farmacias, se tocó el bote que llevaba en el pantalón.
—¡La hostia! Es el segundo que entierro en el parque —lloraba yo.
Los señores de la fila se daban codazos y pensaban que éramos miembros de la camorra italiana en plena faena, seguros de que llevábamos un fiambre en la manta. . (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 Tenia 28 años. 

Empecé un tratamiento con corticoides y pasaba grandes temporadas en el hospital. Todos mis nuevos amigos canarios tenían una media de sesenta años y algunos llegaban a morirse en la cama de al lado. En mi habitación había un señor mayor con demencia senil que estaba atado a la cama y que día y noche no paraba de gritar el nombre de una mujer. Cuando las enfermeras iban a asearle, el hombre con el miembro al aire, se contoneaba con movimientos obscenos y soltaba improperios sin sentido. Después del viejo, vino un testigo de Jehová que no dejaba de darme charlas sobre la religión porque decía que era un blasfemo. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús
 Esta foto me encanta. Estaba en Granada porque mi hermano trabajaba en dicha ciudad y yo estaba hasta arriba de corticoides. Me encanta la cara de mi hermano. Me parto. 

Mi hermano Pedro vino a Canarias y se quedó alucinado cuando me vio. Al principio no sabía cómo reaccionar, pero me oyó reír y optó por traerme algo que textualmente le recordaba a mí: un cómic de monstruos de otro planeta.
—¡Eh!, fíjate —me decía mi hermano con el cómic abierto por el póster central—. Vaya bellezón, ¿eh?, no te pone cachondo este bicho. Ya te puedes hacer una paja. Porque pajas te puedes hacer, ¿no?
Hablamos entre risas de cómo quería las moscas para cenar ese día. Nos burlábamos de mi nueva imagen y de mi situación. Mi humor volvió a ser el de siempre aunque en el fondo estaba completamente hundido. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús

 Aunque el mundo discográfico era desconocido para mí, pronto me enteré de todas las directrices que había que seguir para que un single llegara a ser el número uno de las listas españolas. Mantuve varias reuniones con los directores para enseñarles las novedades y estudiar cuánto dinero hacía falta para que nuestros temas sonaran en su emisora. Las radios como Los 40 Principales, saturadas de artistas importantes, eran inaccesibles. Se movían por un código de colores. Para entrar en ellas y sonar en los primeros puestos, se necesitaban grandes inversiones con las que te concedían un color. El rojo significaba llegar al número uno y sonar en las horas en punto. Le seguía el verde, color que daba la esperanza a las compañías discográficas de permanecer en los primeros puestos. El azul y el negro se reservaban para artistas que no estaban respaldados por grandes inversiones. (...)". Fragmento de 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús

 49 años y preparándome para recibir el día con fuerza e ilusión.
Enmarronarse o morir.

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